vuelvo a estar aquí,
para escribir,
para escribirte.
Para decirte,
para contarte
-con palabras-
todo lo que me das
y lo que yo intento darte.
Para contarle al mundo
que ni París es tan bonito,
si lo comparo con cada vez que me miras.
Que Roma no está tan en ruinas,
en comparación a mi voluntad,
que ya no depende de mi,
pero sí de ti.
También he vuelto
para decirte que te he visto
despierto
dormido
soñando
y llorando.
Que he conocido el placer de escucharte,
de llorarte y de perdonarte,
de reírte,
de abrazarte y de besarte,
de dormirte,
soñarte y despertarte.
Vengo a contarte,
que la luna no está tan lejos,
que contigo puedo tocarla cada noche.
Y que oye, no me gustan los finales felices,
pero contigo haría una excepción.
Pero esa excepción dolería menos,
y gustaría más
a mi cuerpo,
y a mi corazón,
si por favor me haces caso cada vez que te digo,
que no te vayas nunca.
Y qué bonito es,
escribir
y escribirte en diciembre,
en un domingo de nostalgia como este.
No hay comentarios:
Publicar un comentario