domingo, 22 de noviembre de 2015
sábado, 21 de noviembre de 2015
Que no
Que no quiero guerras donde el héroe es el villano.
Que no quería llorar.
Que no.
Que no quiero que me digas lo bonita que iba hoy a clase, porque quiero que antes ya me hayas abrazado y mirado como sólo tus ojos miran, como las olas al mar.
Y no haya nada más bonito.
Que no.
Que no quiero ser tu niña.
Porque quiero ser la mía, mi niña pequeña.
Y que tú juegues conmigo a los tazos y a la hora siguiente me estés abrazando sin ropa.
Que no.
Que no quiero que vuelvas a sonreír cuando me vaya y le sonrías a otra, porque quiero ser todas tus otras y también quiero ser yo.
Como ninguna otra.
Que no.
Que no quiero velas, ni que me invites a cenar.
Quiero ser tu desayuno porque ni si quiera anoche pudimos empezar a cenar.
Que no.
Que no quiero planear el día de nuestra boda,
que no quiero bodas.
Que el único lazo que quiero que te apriete y te amarre sea el de una corbata en mi falda.
En tu casa.
Que no me vas a llevar del brazo, porque no soy un trofeo.
Porque quiero que ningún trofeo merezca más la pena que mis legañas cada mañana en tu almohada y que bailemos.
Sí.
Que bailemos,
porque eso haremos cuando te diga que no puedo.
Me sacarás a bailar.
Y entonces nadie podrá decirte que no
cuando me mires.
Que no quería llorar.
Que no.
Que no quiero que me digas lo bonita que iba hoy a clase, porque quiero que antes ya me hayas abrazado y mirado como sólo tus ojos miran, como las olas al mar.
Y no haya nada más bonito.
Que no.
Que no quiero ser tu niña.
Porque quiero ser la mía, mi niña pequeña.
Y que tú juegues conmigo a los tazos y a la hora siguiente me estés abrazando sin ropa.
Que no.
Que no quiero que vuelvas a sonreír cuando me vaya y le sonrías a otra, porque quiero ser todas tus otras y también quiero ser yo.
Como ninguna otra.
Que no.
Que no quiero velas, ni que me invites a cenar.
Quiero ser tu desayuno porque ni si quiera anoche pudimos empezar a cenar.
Que no.
Que no quiero planear el día de nuestra boda,
que no quiero bodas.
Que el único lazo que quiero que te apriete y te amarre sea el de una corbata en mi falda.
En tu casa.
Que no me vas a llevar del brazo, porque no soy un trofeo.
Porque quiero que ningún trofeo merezca más la pena que mis legañas cada mañana en tu almohada y que bailemos.
Sí.
Que bailemos,
porque eso haremos cuando te diga que no puedo.
Me sacarás a bailar.
Y entonces nadie podrá decirte que no
cuando me mires.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)