Que no quería llorar.
Que no.
Que no quiero que me digas lo bonita que iba hoy a clase, porque quiero que antes ya me hayas abrazado y mirado como sólo tus ojos miran, como las olas al mar.
Y no haya nada más bonito.
Que no.
Que no quiero ser tu niña.
Porque quiero ser la mía, mi niña pequeña.
Y que tú juegues conmigo a los tazos y a la hora siguiente me estés abrazando sin ropa.
Que no.
Que no quiero que vuelvas a sonreír cuando me vaya y le sonrías a otra, porque quiero ser todas tus otras y también quiero ser yo.
Como ninguna otra.
Que no.
Que no quiero velas, ni que me invites a cenar.
Quiero ser tu desayuno porque ni si quiera anoche pudimos empezar a cenar.
Que no.
Que no quiero planear el día de nuestra boda,
que no quiero bodas.
Que el único lazo que quiero que te apriete y te amarre sea el de una corbata en mi falda.
En tu casa.
Que no me vas a llevar del brazo, porque no soy un trofeo.
Porque quiero que ningún trofeo merezca más la pena que mis legañas cada mañana en tu almohada y que bailemos.
Sí.
Que bailemos,
porque eso haremos cuando te diga que no puedo.
Me sacarás a bailar.
Y entonces nadie podrá decirte que no
cuando me mires.
No hay comentarios:
Publicar un comentario