Pum,
pum,
pum.
Constante
a cien mil por segundo.
Lo bonito sería
que hubiera otro pum,
al otro lado
esperando calmarte ese latido.
Ni siquiera yo sé calmarlo,
ni entenderlo
es estúpido hacerlo cuando ni siquiera se mantiene en vida
cuando no entiendo de dónde le quedan ganas de seguir latiendo
cuando está a pedazos repartidos en tu habitación.
Se siente como si quisiera tirarse de un avión
a dos mil kilómetros del suelo
y que no funcione el paracaídas.
O que ni siquiera quiera abrirlo.
A veces pienso en encerrarte en una jaula,
los barrotes llenos de recuerdos
y un montón de besos que ya no vas a sentir.
Y es que ya hice de ti tripas, corazón
y acabaron explotando.
Querido amigo,
para.
Para que nos estamos hundiendo y el timón hace tiempo que lo dejamos enterrado,
como lo nuestro.
Para porque te has empeñado en seguir buscando un mapa donde perderte y ya va siendo hora de dejar los deportes de riesgo,
que nadie va a volar para buscarte,
nadie va a correr para quererte
y mucho menos nadie va a dar la vida por renconstruirte.
El pasado siempre volverá para morderte el culo,
y ahí
tú
tendrás que demostrar que eres el más veloz, valiente y sano
corazón.
Aunque ni yo me lo crea.
Se acabaron las resacas de recordarte,
querido amigo,
prometo devolverte las alas,
pero esta vez serán solo mías.
Prometo que va a llegar el día en el que no lo estemos haciendo tan mal
y no andemos tan perdidos
y tengamos unos ojos donde reflejarnos
y decir
joder
veo un corazón
y apuesto el mío.
Ahora mi cabeza y tú tenéis una reconciliación pendiente,
sois las únicas ruinas que sigo manteniendo vivas
y de momento no pienso volver a dejaros en otras manos
que no sean las mías.
Querido amigo,
voy a rendirme.
Jaque mate,
corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario