martes, 15 de marzo de 2016

Un día escribí esto y aún sigo soñando con un mundo mejor.

No nos representan.
No os representan.
Son el peor diente de león del mundo,
aquel que al soplar no te cumple los sueños pero sí te los arrasa.
Y no dejan nada a su paso.
Sólo frío.
Sólo edad.
Soledad a la que quieren que le abramos la puerta para poder controlarnos.
Nos dicen que cuidado,
que nos contagia el ébola,
que nos van a matar los terroristas a los que ellos mismos financian,
que luchemos ante la libertad de expresión si el opresor es el ISIS,
pero que callemos como ratas ante la ley mordaza,
ante sus intentos de prohibir el aborto,
ante sus deshaucios,
ante sus mierdas de políticas financieras que matan de hambre,
ante sus cierres de fronteras
y ante su constitución llena de coronas muertas.
Pero no saben que no hay cadenas que callen este grito de auxilio,
nos morimos de pena ante un televisor que nos cuenta lo que las pirañas quieren; nos cuentan lo que ellos quieren para dejarnos sin cabeza.
Nos quitan a Nietzsche y a Marx de la escuela pública y pretenden que callemos nuestras bocas y que enterremos eso de la libertad de pensamiento.
Qué cojones.
Pero no, yo quiero enterrarlos a ellos entre sus mentiras
y con todos esos trapos sucios que esconden sus noticias y sus mierdas de discursos.
Porque no hay amoniaco que elimine su olor a podrido.
Dejadles que rujan, porque nosotros somos capaces de rugir más fuerte por la manada.
Y sabemos arañarles.
Dejemos de lamerles las colas,
apartad las mentiras,
descubrid la verdad.
Y leed,
leedlo todo pero no lo impuesto;
y contadlo.
Empezad a besar las heridas de quién os cuida
y dejad de darle más veneno a la serpiente,
que bastante tiene ya.
(Ah, por cierto: si tenéis un príncipe o princesa azul,
estrujadlo hasta que se convierta en morado,
morado porque de sangre azul yo no quiero saber nada.)
Vamos a por vosotros
y vamos cargados de todo aquello que nunca nos conseguiréis quitar:
las ganas de luchar por lo que es nuestro.

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